El espectador emancipado
Sin necesidad de mencionar conceptos comunes a este tema, tales como participación y consumo, ni polemizar en cuestiones sobre la formación de las audiencias, Rancière aborda el problema en cuestión preguntando de qué forma nuestras performances y obras potencian la emancipación de los espectadores. Así, lo que tiene que probarse en nuestras performances ( enseñando, hablando, escribiendo, mirando o haciendo arte ) no es la capacidad de congregar a un colectivo, sino la capacidad de los anónimos, es decir, la capacidad que hace a cada uno/a igual a todos/as o a cualquiera. Lo que tenemos que hacer es reconocer el saber que obra en el ignorante y la actividad propia del espectador ”
Segundo, la dimensión política del arte :
-¿Qué vamos a entender por arte político o política del arte?
-¿Qué tan escépticos seguimos siendo con respecto al eventual poder subversivo del arte?
Rancière plantea que habitan muchas contradicciones en el llamado arte político, junto con abordar qué es la política y qué hace el arte. Sin embargo, ambas variantes tienen en común apuntar a una suerte de “ modelo de eficacia ” : hacer visibles estigmas de dominación, transmitir indignación frente a lo indignante, ridiculizar íconos o transformarse en práctica social, etcétera. Así, tomando como referencia piezas teatrales de la Europa del siglo XVIII, se pueden distinguir dos modelos de eficacia del arte. Un ejemplo serían algunas piezas de Moliére que buscan entregar un mensaje moral, una corrección de las costumbres en temas como la avaricia ( El avaro ) y la hipocresía ( Tartufo ). Este modelo, también pedagógico, opera en la inmediatez ética, en la cual se invierte la lógica del modelo anterior ( de mediación representativa ) hacia prácticas en las cuales el espectador se vuelve actor de la obra teatral, o bien se transforma en el performer que sale a la calle, dejando atrás la galería y el museo y anulando, con ese gesto, la separación entre arte y vida. Se refiere a la capacidad de suspensión de toda relación directa entre la producción de las formas del arte ( saberes y hacer ) y la producción de un efecto determinado sobre un público específico ( fines sociales, significaciones, efectos ). Una capacidad de desconexión, esto es, la eficacia de un disenso. El disenso no es un conflicto de las ideas, sino un conflicto entre los diversos regímenes de sensorialidad. En este sentido, para Rancière el disenso es el primer marco de lo político ( antes de las leyes, de la institucionalidad y del ejercicio y la lucha por el poder ).
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