Actualmente hay una especie de conciencia espectadora, prisionera de un
universo aplanado, que está limitado por la pantalla del espectáculo,
detrás de la cual su vida ha sido deportada.

El
lado contemplativo del viejo materialismo que concibe el mundo como
representación y no como actividad - y
que idealiza finalmente la materia – se cumple en el espectáculo, en donde las
cosas concretas dominan automáticamente la vida social.
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