Fanatismo religioso
Uno de los temas que me interesó
investigar para la realización de este proyecto es el fanatismo y misticismo
religioso, y su repercusión en la sociedad. El fanatismo se basa en la pasión
desmedida y, en muchos casos, irracional, de una persona con marcadas creencias
y opiniones. El fanatismo se puede encontrar en distintos ámbitos como el
político, deportivo, ideológico, etc. Pero el fanatismo religioso es el más
mencionado y el que mayor controversia ha generado en la historia.
Uno de los conceptos principales en
los que se rige la religión es el amor. Amor a Dios, amor al prójimo, amor a
las creencias que se inculcan desde la religión. Amar a dios por sobre todas
las cosas. Sobre esta relación entre el fanatismo y el amor, el catedrático
Adolfo Menéndez Samará menciona en su ensayo “Fanatismo y misticismo” (2003):
“El amor,
en cualquiera de sus formas, casi siempre por su exaltación, motiva actitudes
defensivas para garantizar la posesión del sujeto amado, que se convierte en el
cristal a través del cual se mira el mundo.”
Menéndez relaciona este concepto de
amor con la exaltación. Y, si bien él se refiere a la exaltación que motiva una
actitud defensiva, creo que también influye en la intensificación de otras
emociones. La multitud que llora al ver acercarse una imagen religiosa está
respondiendo a este amor inculcado tan fuertemente por su ideología.
Emoción
Colectiva
Las emociones juegan un rol muy importante en
las movilizaciones sociales. Una persona como individuo puede sentirse enojado,
feliz, indignado o conmovido ante una situación, pero un grupo numeroso de
personas compartiendo las mismas emociones motivan una reacción. El sociólogo
James M. Jasper propuso el concepto “shock moral” para analizar lo movimientos
de protesta. Es un concepto bastante tratado en las investigaciones sobre
movimientos sociales porque reúne dinámicas emocionales, morales y cognitivas.
Se explica como una respuesta emocional a una situación que, al ser tan
conmovedora, logra que los individuos sientan que deben unirse a la causa
independientemente de la razón de esta. Jasper menciona que “la información o
el evento ayuda a las personas a pensar en sus valores básicos y cómo el mundo
diverge de esos valores” (Jasper, 1998). La sensibilidad hacia cierto tema
induce a las personas en un proceso de reelaboración de la realidad en la que
viven. Y, si bien el concepto de Jasper se concentra más que nada en el
escenario de protesta, considero que puede aplicarse también a una movilización
social religiosa. Lo que motiva la procesión del Señor de los Milagros es
también una especie de shock moral, uno basado en la fe de miles de creyentes
que asisten movidos por sus convicciones morales, conmovidos emocionalmente por
una ideología que ha sido inculcada fuertemente. Sobre el concepto del shock
moral, los autores Alice Poma y Tommaso Gravante aportan en su ensayo
“Emociones, protesta y acción colectiva: Estado del arte y avances” (2017) lo
siguiente:
“El shock
moral dependerá de la cultura, en la medida en que las emociones son también
construcciones culturales, de los momentos históricos, ya que según la época el
ser humano es más o menos propenso a aceptar o no su condición, a defender derechos
adquiridos, etc., y finalmente de la biografía de las personas, ya que el shock
moral depende de las expectativas del sujeto.”
En
el contexto de Perú, la religión es un sistema cultural que tiene gran
influencia en distintos ámbitos de la sociedad, hasta el punto en donde se
puede notar que el Estado y la Iglesia se mueven con los mismos principios. Por
eso es que eventos religiosos de tal magnitud como lo es la festividad del
Señor de los Milagros genera tanta conmoción en el ambiente peruano.
Lo privado
en el ámbito público
Nos encontramos con la expresión de intensas emociones en
situaciones como una protesta política, un partido de fútbol, un concierto, una
festividad religiosa, todas manifestadas en espacios públicos. Al tratarse de
eventos colectivos que suceden con cierta frecuencia nos llegan a parecer
actitudes comunes al evento, pero ciertamente existe un trasfondo más
complicado, no por nada se estudia tanto este comportamiento humano. Sobre el
tema, el autor Sergi Valera explica en su ensayo “Espacio privado, espacio
público: Dialécticas urbanas y construcción de significados” (1999):
“El espacio construido por el ser
humano, con la ciudad como principal paradigma, es, ante todo, un espacio para
ser ocupado, para servir y ser usado, para llenar y vaciar con la presencia
real o simbólica, para interactuar con otras personas en un entorno y para
interactuar con el entorno en tanto que personas. Es éste un espacio normalizado,
definido a través de reglas y convenciones. Las menos, aquellas legalmente
estipuladas; las más, aquellas construidas social o culturalmente. (...) las
normas de uso posibilitan a la vez que constriñen la actividad actuando como
dos facetas que transaccionan (se definen mútuamente) sobre una misma unidad.
Las personas y grupos interpretan y reinterpretan constantemente esa unidad,
significándola para cada ocasión, para cada momento concreto creando así
configuraciones contextualizadas «persona-entorno», escenarios para el
comportamiento, para la relación.”
El entorno en el que se mueven las personas termina siento un
mecanismo más que da paso a la interacción entre individuos. Me enfoco en este
concepto para explicar cómo se manifiestan los seguidores del Señor de los
Milagros en el espacio público durante las procesiones, proponiendo al espacio
no como impedimento sino, por el contrario, como un aliado más para la
expresión abierta de estas emociones.
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